
En un par de meses hemos asistido (yo, por internet y con mucha curiosidad) a cuatro eventos robóticos basadas en el difuminado concepto de la inteligencia artificial. Después de verlos, he reflexionado al respecto y he tenido algún que otro escalofrío. ¿Podrían ser los robots de los nuestros? ¿Y si alcanzan una identidad personal? ¿Estos replicantes son la mejor forma de que los humanos nos conozcamos a nosotros mismos? ¿Nos salvarán de los obstáculos de una población envejecida como creen en Japón? Aunque respeten las leyes de Isaac Asimov , reconozco que mi relación con los robots es visceral y temerosa. Ahí van los cuatro presentados.
1. La modelo
Un personaje de anime con las entrañas de metal desfiló en la última edición de la Semana de la Moda de Tokio (Japón). Desfiló, es un decir. Con movimientos aún limitados no destronará a las modelos de pasarela. De momento. "Tardaré otros 20 o 30 años de investigación en conseguir eso", dijo el ingeniero Shuji Kajita. Para entonces tendrán que cambiarle el poco atractivo nombre de HRP-4C y engordarlo, ya que sus 43 kilos de peso son demasiado pocos para lucirse en según que certámenes. Del uno al cuatro, este humanoide dio poco miedo. Tal vez un uno. Y más viendo lo que se avecinaba...
2. El científico
Se llama Adam. Creado por científicos británicos, Adam es la primera máquina capaz de idear experimentos e interpretarlos sin la ayuda humana. El robot trabajó a solas en el análisis de una levadura (sí, descifrar una levadura era la prueba) que los científicos usan para modelar formas de vida más complejas. El uso de la levadura es lo que más miedo da. Así que el robot... Del uno al cuatro, da un dos de miedo. Porque aunque tiene potencial, es sólo un prototipo. Y la levadura, pues eso. Levadura es. Ahora el mismo grupo de expertos está trabajando en Eve, que promete ser clave para la búsqueda de nuevos medicamentos para combatir el paludismo.
3. El pensador
Con la tecnología Interfaz Cerebro-Máquina, conocida como BMI, se puede dar órdenes a un robot sólo con el pensamiento. Asimo, de Honda, ejecuta lo que pienses en cuatro actividades: correr, comer y mover las extremidades derecha e izquierda. Para ello se necesita una especie de casco que lee la corriente que genera tu actividad cerebral. Además, el casco también analiza los cambios en el flujo sanguíneo. Si te pones el casco y piensas en comer, Asimo hace el gesto. "Estamos en un nivel muy básico. Me temo que aún tendremos que esperar mucho tiempo para que un robot limpie la casa con tan sólo pensarlo", afirmó el ingeniero Tatsuya Okabe. El dispositivo que extrae la información del cerebro es propio de la ciencia ficción y el robot interprete la mente humana. Dos motivos aparatosos para darle un tres de miedo a la tecnología BMI.
4. El bebé
CB2 mide 130 centímetros y pesa 33 kilos. Sabe que le acarician la cabeza cuando precisamente le acarician la cabeza (hábil, para sentirse un robot) y capta las emociones con los ojos (o sus cámaras oculares). Físicamente, aterra. Y más si se ve en acción. Da más grima que Geminoid deHiroshi Ishiguro, que era un clon de su creador hecho a base de silicona. Será porque el niño-robot con cuerpo biomimético, que se supone un bebé de entre uno y tres años, es como un gran muñeco que ha crecido desde que fue ideado. Y seguirá creciendo. Esta perspectiva le da la puntuación máxima de los cuatro inquietantes.
1. La modelo
Un personaje de anime con las entrañas de metal desfiló en la última edición de la Semana de la Moda de Tokio (Japón). Desfiló, es un decir. Con movimientos aún limitados no destronará a las modelos de pasarela. De momento. "Tardaré otros 20 o 30 años de investigación en conseguir eso", dijo el ingeniero Shuji Kajita. Para entonces tendrán que cambiarle el poco atractivo nombre de HRP-4C y engordarlo, ya que sus 43 kilos de peso son demasiado pocos para lucirse en según que certámenes. Del uno al cuatro, este humanoide dio poco miedo. Tal vez un uno. Y más viendo lo que se avecinaba...
2. El científico
Se llama Adam. Creado por científicos británicos, Adam es la primera máquina capaz de idear experimentos e interpretarlos sin la ayuda humana. El robot trabajó a solas en el análisis de una levadura (sí, descifrar una levadura era la prueba) que los científicos usan para modelar formas de vida más complejas. El uso de la levadura es lo que más miedo da. Así que el robot... Del uno al cuatro, da un dos de miedo. Porque aunque tiene potencial, es sólo un prototipo. Y la levadura, pues eso. Levadura es. Ahora el mismo grupo de expertos está trabajando en Eve, que promete ser clave para la búsqueda de nuevos medicamentos para combatir el paludismo.
3. El pensador
Con la tecnología Interfaz Cerebro-Máquina, conocida como BMI, se puede dar órdenes a un robot sólo con el pensamiento. Asimo, de Honda, ejecuta lo que pienses en cuatro actividades: correr, comer y mover las extremidades derecha e izquierda. Para ello se necesita una especie de casco que lee la corriente que genera tu actividad cerebral. Además, el casco también analiza los cambios en el flujo sanguíneo. Si te pones el casco y piensas en comer, Asimo hace el gesto. "Estamos en un nivel muy básico. Me temo que aún tendremos que esperar mucho tiempo para que un robot limpie la casa con tan sólo pensarlo", afirmó el ingeniero Tatsuya Okabe. El dispositivo que extrae la información del cerebro es propio de la ciencia ficción y el robot interprete la mente humana. Dos motivos aparatosos para darle un tres de miedo a la tecnología BMI.
4. El bebé
CB2 mide 130 centímetros y pesa 33 kilos. Sabe que le acarician la cabeza cuando precisamente le acarician la cabeza (hábil, para sentirse un robot) y capta las emociones con los ojos (o sus cámaras oculares). Físicamente, aterra. Y más si se ve en acción. Da más grima que Geminoid deHiroshi Ishiguro, que era un clon de su creador hecho a base de silicona. Será porque el niño-robot con cuerpo biomimético, que se supone un bebé de entre uno y tres años, es como un gran muñeco que ha crecido desde que fue ideado. Y seguirá creciendo. Esta perspectiva le da la puntuación máxima de los cuatro inquietantes.
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